martes, 7 de abril de 2015

Desde la producción de la teoría psicoanalítica con la delimitación de su objeto de conocimiento, un gran cambio ha hecho mella en las teorías psicológicas, más allá de ser aceptado o no: el centro de la vida psíquica se ha visto desplazado de la conciencia al inconsciente. A partir de esto, el inconsciente se constituye como una entidad que no sólo sobredetermina, sino que también genera la conciencia, es decir "inconsciente" ya no es "no consciente", sino un sistema diferenciado de la conciencia con leyes y características propias. El inconsciente se manifiesta como una fuerza que proviene de un lugar diferente de donde acontece el hecho, pero que tiene la capacidad de producirlo y del cual solo sabemos por sus efectos, lo que obliga a un nuevo nivel de objetividad que parte de los efectos y no de las causas. El psicoanálisis es una ciencia de efectos, no de causas y su principal efecto es el habla, la cual tiene que ver con lo sexual, que ha diferencia de como nos enseñaron en algún colegio o en alguna universidad, deja de tener un sentido estrictamente coital o genital para ponerse en relación con el ingreso en el lenguaje. Una ampliación del concepto con una importancia fundamental en la vida de los hombres, ya que plantea que en el ser humano lo sexual no solo tiene que ver con la procreación, sino con el trabajo, con el amor, con la escritura, con el estudio, con las mujeres, con los hombres, con las conversaciones, es decir, con todo lo que es tocado por la palabra y en el ser humano, así se guarde silencio, todo está tocado y trastocado por la palabra. 
Yo tuve la fortuna de que alguien me habló de Freud en el colegio y cuando estudié psicología tuvieron la apertura, cosa que no tienen todas las universidades, de tener la clase de psicoanálisis como obligatoria. Por fortuna di también con un profesor que en vez de hacernos leer a todos los que hablaban bien, mal o regular de Freud, nos puso a leer directamente al autor, y aunque no entendía casi nada por entonces, algo debí comprender de esas lecturas, algo me debió transmitir aquel profesor y sin lugar a dudas, algo de deseo también tuve que tener yo para continuar estudiando psicoanálisis con este entusiasmo. El psicoanálisis, si uno lo permite, te cambia la vida. 

Cuadro: El Aquelarre (Francisco de Goya)

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