sábado, 4 de junio de 2011

Muammar Al-Gaddafi, La Oportunidad de un Imperio en Decadencia


“Víctima y asesino, reunidos en una sola caricia”

Europa, creadora de los más altos valores culturales, artísticos y científicos, la gran nación de naciones, la meca de los estados civilizados, la sede de la Santa Iglesia protectora de la familia y las más elevadas normas éticas impuestas al individuo.  La vieja Europa de grandes producciones artísticas y culturales llevadas a cabo por el discurso y la lucha de individuos y colectivos que supieron ir más allá de la tiranía de los estados, la iglesia y la familia.  Esa misma que a su vez parió desde sus entrañas el hambre.  Madre de la esclavitud y la propiedad privada, la que une y separa, blasfema y reza, protege y mata en busca de una globalidad delirante y perversa, justificada y apoyada por el brazo del poder eclesiástico, por el brazo del poder económico del acto de fe, nada aprendió de las consecuencias de su falsa moral. 

Nuestra desilusión debería ser manifiesta, sin embargo hoy en España, apenas se ha escuchado alguna voz de denuncia frente a la atrocidad de la guerra en la que nuestros líderes nos han embarcado.  Un silencio que recuerda la mudez de la mayoría del pueblo americano cuando su gobierno sembró el caos en Irak en la búsqueda de supuestamente, armas de destrucción masiva que podían “acabar con el mundo”.  Cumpliendo con el deseado mito del héroe que demandan los espectadores del cine americano, respaldaron una incursión que creyeron iba a ser “pan comido”, pero no contaron que frente a su agresión había gente preparada para la guerra y dispuesta a defender hasta la muerte su cultura, familia, costumbres, religión y valores.  

Hoy por hoy el fracaso, la destrucción y la desolación son evidentes, y nadie poderoso es capaz de denunciar la falta de misericordia de Estados Unidos por su afán de hacerse con el petróleo mundial.  Todo lo contrario, nos invitan a identificarnos con su delirio, con el cual queda justificada cualquier matanza en el libre curso de las pulsiones primitivas más destructoras que creíamos domeñadas por la cultura, la palabra y la civilización.  

Un derecho sobre la vida del otro solo aplicable para los que ostentan el poder, y prohibido y castigado en todos los casos para el ciudadano común. El asesinato, el robo y la tortura, solo son legales para el estado.  Y una ley que no es aplicable para todos es la base de un totalitarismo nazi donde lo diferente es rechazado hasta el punto de proclamarle o desearle la muerte, y lo semejante se construye solo por la identificación con los héroes inmortales,  que solo existen, a pesar de las campañas publicitarias del negocio religioso, político y moral, en la literatura.  Por lo que, que Estados Unidos tenga impunidad cuando existen pruebas, a pesar de las cortinas de humo, las nefastas puestas en escena y los ineficaces ocultamientos de las torturas impuestas a individuos y pueblos, es el sustento de la más radical de las dictaduras contra las que a su vez paradójicamente luchan los imperios civilizados.  Es la base de la desconfianza que incita, bajo el mismo calibre de medida, el desmoronamiento de la moral y la vía libre para la delincuencia en una masa sometida a la ‘estupidización’, donde queda inhabilitada toda libertad, si es que pudiéramos decir que esta existe.  

Bajo la justificación paradójica de la paz por medio de la guerra, se apoyan en la racionalización de las pasiones más primitivas, arcaicas y brutales.  Una guerra que se sirve de intereses económicos amparados por la inconsistencia de un fantasma bajo la dialéctica infructuosa del control.  Control incontrolado y supeditado a las leyes Edípicas con el que o retienen mezquinamente o nos pringan a todos, literalmente, de mierda. 

Entendemos que en la búsqueda de una solución desesperada por la decadencia inminente frente al gigante chino y el crecimiento de América Latina, Francia, Reino Unido, España y Estados Unidos tratan de robar “legalmente” el rentable petróleo libio a costa de la muerte de seres humanos, como usted y como yo, semejantes y diferentes.  Personas que sueñan, se equivocan, aman, tienen proyectos, miedos, deseos, anhelos, odios, alegrías, locuras.
Y parece que no importa que nuestros ideales se rompan y la desconfianza aflore, la mayoría de los intelectuales, galardonados, premiados, escritores y tertulianos de la actualidad, siguen sin denunciar la situación porque la única revolución que soportan es la onanista.  

Así, conservamos un mutismo que mantiene la falsa seguridad del equilibrista que ni siquiera cuenta con las ráfagas de viento que ese día puedan azotar.  Muertos en vida, incapacitados para el goce y la alegría, ajenos a todo, nos hacemos esclavos en un sometimiento religioso donde la perfección y la eternidad nos alivian el displacer de la incertidumbre y la culpa.  Una promesa de sentimientos seguros de propiedad y adhesión que la masa sustenta llevándonos vagabundos hacia la destrucción de las tan difícilmente conseguidas adquisiciones éticas, por si las piernas nos tiemblan cargando el fusil a la orden de matar.  Enamorados y más cerca de la imbecilidad, nos hacemos cómplices del verdugo en la adoración de una tela de colores ondulante y desgastada por el crujir del cielo, que veneramos por una ansiada salvación. Imposible y solo transmutable, ya que nuestro devenir humano no puede escapar a su condición.  Y además, la salvación ¿de quién?. 

Si no todo el pueblo libio está en contra de Gaddafi, cómo es posible  “salvar al pueblo libio de la brutalidad de Muammar Al-Gaddafi”.  ¿Porqué no han intervenido en otros países con dictadores semejantes en crueldad y locura?, ¿porqué no con Siria, Túnez o Egipto?, ¿porqué no destinan todo ese dinero lapidado en la guerra, para que niños, mujeres y hombres tengan opción, no ya ni siquiera a la educación, al arte, o la cultura, que tengan opción a la comida?. La feroz defensa, las dificultades con las que se están encontrando países con una superioridad bélica evidente y la cruel realidad, ponen en cuestión el argumento de los invasores.

Pero no crean ustedes que estas manifestaciones hablan ni mucho menos a favor de Muammar Al-Gaddafi.  Cuando las potencias occidentales que ahora le hacen la guerra le daban la mano e integraban a su país como miembro de la Comunidad Internacional, Gaddafi ya era un líder sanguinario que patrocinaba el terrorismo.  A pesar de esto, fue calificado como un “coronel revolucionario”, “idealista” y “líder hábil”, para que se fuera bajando los pantalones, sin mucho éxito, sino tan solo el ingreso de petroleras extranjeras que al fin y al cabo, mejoraban la situación económica de Libia. 

Su movimiento revolucionario, basado en la tiranía y la violencia, no dio sus frutos en el intento de unificarse con otros países Africanos, e incluso con países árabes en la lucha contra Israel, y por consiguiente contra Estados Unidos, siempre interesado en su petróleo y que a su vez había fracasado en varios intentos de derrocar al dictador.  Parte de la historia, si, pero llena de crímenes.

Gadaffi no es un diplomático cualquiera y mucho menos un islamista cualquiera. Tuvo la inteligencia de ir más allá de los preceptos del Islam e integrar a la mujer en el ejército, creando para sí un grupo de guardaespaldas de solo mujeres, de las cuales, me la juego, la mayoría deben estar enamoradas del dictador, lo cual es, un arma letal.  Hay que tener cuidado, ya que no es un neurótico, durante años ha construido una realidad en la cual vive, siguiendo adelante con una lucha anticapitalista, en pro de una supuesta ideología socialista criminal, con la que se ha llevado y se llevará por delante miles de vidas humanas si es necesario.  Una lucha por el poder, a costa de la violación de los derechos humanos y la coerción de la libertad de expresión.  Coerción contra la que debemos luchar a pesar de que las pretensiones rocen lo imposible, dado el gran poder de los que lo ostentan para imponer la represión, también en el mundo occidental.  

La revuelta de parte del pueblo libio y Occidente estaba esperando su oportunidad.  Estamos en guerra, lo queramos o no, luchando contra armas e ideologías que nosotros mismos vendimos, rompiendo poco a poco Europa, cómplices del marketing terrorista y del terrorismo moderno de Estados Unidos que solo ve atemorizado en el futuro, su ocaso.

Tendríamos que dar el paso hacia la ciencia para aceptar que la muerte, aunque nos mientan, no es una contingencia, es una construcción certera. Pero hasta que nuestra actitud sobre Ella no cambie, seguiremos siendo o los corderos o los asesinos, polos de una misma dialéctica, frente al advenimiento de nuestra propia decadencia. 

Susana Lorente
Psicóloga – Psicoanalista
 www.susanalorente.com