martes, 14 de diciembre de 2010

Desde Estocolmo, UN MUNDO QUE DECLINA EN FANTASÍAS - Panfleto de un discurso en lengua materna, por Susana Lorente

Desde Estocolmo

UN MUNDO QUE DECLINA EN FANTASÍAS

Panfleto de un discurso en lengua materna

En el trayecto a casa, en el coche, escuché en la radio a un hombre sollozar, dando las gracias a su mujer, decaído, daba la impresión de tener serias dudas y algo de culpa. Pensé, parece que necesitara ayuda. Abrí los oídos, me sentí algo perpleja, su voz era conocida, algo afrancesada en algunas palabras, pero indiscutiblemente latina, ¿podía ser acaso el recién galardonado Premio Nobel de Literatura?... Emitían fragmentos de uno de los discursos más esperados del año, un Nobel de Literatura hablándole al mundo, miles de personas escuchando, esperando encontrar, tal vez, la genialidad permitida a los literatos, o un saber que estableciera un vínculo entre todas las fronteras. Pero no, era solo un hombre llorando, afectado, no emocionado, sino más allá, con síntomas de su afección, leyendo un discurso preescrito por los poderosos, una oda al sometimiento con palabras de cultura, libertad, prosperidad y justicia. ¿Es eso la política?.

Desdeñar al pueblo en su capacidad de forjar el arte de lo posible es producto de la corrupción de la literatura y la política, que sucumben a la ideología del estado. Una condena primitiva, una concepción del poder por la fuerza.

No es fácil escribir acerca de un discurso que un escritor, de la fama de Vargas Llosa, lee en la gala del premio más importante de la literatura que se otorga en el mundo, pero hoy estoy convencida: la fama no implica el saber, ni el saber implica la fama.

Y como no hay manera de salir de la locura sin salir del silencio, ya que el habla construye el ser en el acto, digo:
La publicidad del estado es la promesa de lo absoluto, lo infinito, una garantía, un sueño que se repite cada noche, sin fin, un cambio sin cambios, una felicidad total, una vida de ficción donde el pensamiento permitido solo es fantasía. Lo incompleto y lo imperfecto son características de ser humano, de la vida donde nada existe totalmente y mucho menos si alguien no lo ha escrito aún.

Existen espacios adecuados para cada necesidad o requerimiento. No se debe confundir la fantasía con la realidad, ni la literatura con una terapia, aunque en muchas situaciones, hablar, leer y escribir sea terapéutico. Fuera del espacio adecuado es síntoma de enfermedad y no es conveniente ponerse en evidencia.

¿Qué goce se hace posible cuando los que triunfan fracasan?, ¿Qué posibilidades hay cuando los líderes radicalizan el discurso y deliran con que pueblo es igual a “yo”?, ¿cómo es posible la literatura si los poderosos la someten a un panfleto publicitario?.

Me hubiera gustado escuchar a un escritor con capacidad para utilizar el lenguaje en pro del vínculo social, a un valiente que planteara la escritura como un instrumento de conocimiento, alguien que quisiera contar a las generaciones futuras cómo vivimos en este momento, alguien con coraje de utilizar a sus personajes para desarrollar una nueva concepción del amor, de lo sexual, una nueva manera de vivir. Esto es complejo, pero es el deber de la literatura, la poesía y la ciencia, y de ello han dado cuenta grandes escritores, retomados por grandes científicos.

Pero en este discurso gobiernan las ideas, la ideología, los sentimientos, la moral. Y a pesar de nombrar a tantos autores maravillosos, es un acto en soledad, único capital de los mezquinos que aún creen que la Virgen María es virgen. Tal vez no es propio del capitalismo y de la burguesía permitir crecer al pueblo con discursos científicos, no vaya a ser que sus ropas se manchen de algo de mortalidad. Tal vez el crecimiento que proponen solo sea de lo liberal, que denominan comunista, a lo neo-fachista.

E insisto, a amar aprendemos todos, aunque la pregunta siempre sea la misma. Que nuestras creencias, usos, costumbres y prejuicios, aunque semejantes nos pueden hacer diferentes, porque alguien las escribió fuera de los límites impuestos por los opresores, fuera de los modelos perversos que nos ofrecen una sola forma de gozar frente a la poesía, el arte y la vida. Los que nos hacen creer que la posibilidad es solo para unos pocos iluminados y nos restringen la entrada del goce vetando con fe religiosa cualquier orificio posible de abrir.

Pensarnos así, pensar un pueblo pobre, analfabeto e injusto, nos hará más pobres. La denuncia es necesaria, pero cuando ésta hace de la madre-patria el reino de los pensamientos de un Premio Nobel de Literatura que solo tiene un amor, estamos en peligro de creer que la literatura es una representación falaz y oscura del mundo, un refugio de una realidad insatisfactoria, una llamada de atención frente al suicidio. La forma, aunque lo intenta, no enmascara para el que sabe percibir lo que hay de real en ella, y también es una de las posibilidades de la belleza.

Sin esa escucha, los intelectuales seguirán sufriendo el eclipse que supone maltratar la literatura y al pueblo.
Vargas Llosa, en este día único en su vida y en las nuestras, la responsabilidad era algo que debía haber asumido, lo que implicaba una concepción del mundo diferente, una luz para las fronteras, un paso de la ignorancia hacia el saber, una ruptura ideológica con el estado que nos somete, un desarrollo de la religión hacia la ciencia. Pero tal vez esto era mucho pedir, tal vez, esto era algo que se lo hubiéramos podido pedir a otro escritor.

En este caso, se ha sacrificado con barbarie y fanatismo el saber, se ha acentuado la discrepancia entre el acto y la palabra porque, o se está a favor de la guerra o a favor de la convivencia, la paz, el pluralismo y los derechos humanos. Las dos cosas juntas sin acto, no lo enseñaron en el colegio, se llama indefinición, algo muy común en una política sin límites, ni reglas, sin padre, sin justicia, complaciente con los verdugos, que someten, esclavizan, roban e inventan cualquier excusa por llevar a cabo su interés sin importarles la vida humana. Se llama petróleo y guerra.

Amos y esclavos, “pseudoescritores de domingos y feriados” que se dan cuenta que nunca serán leídos porque no se bajan los pantalones a los discursos del poder y no tienen a nadie que les patrocine el marketing del conocimiento por prejuicios étnicos y racistas de los propios conciudadanos.

Cuando la patria deje de ser solo la familia para los poderosos, cuando lo sexual no sea una guarrería, sino todo lo que toca la palabra, por lo tanto, todo lo posible y lo imposible. Cuando dejen de pensar que la literatura es lo que habla de ellos mismos, cuando nos responsabilicemos de nuestras decisiones y permitan vivir a los personajes universales en nuestras vidas reales, es decir, en otros discursos. Cuando la vida no sea una representación falaz, cuando el próximo año otorguen el Premio Nobel de Literatura a un escritor por su obra y no por su posición política, a lo mejor, algo se podrá.

Por Susana Lorente.
Enviada especial

http://elpsicoanalistajubilado.blogspot.com/2010/12/desde-estocolmo.html