martes, 11 de enero de 2011

LOS PAPELES SECRETOS DEL GRUPO CERO


Estos escritos fueron producidos en el año 1978 y fueron filtrados el 1 de enero de 2011.
Iré publicando de a poco, como hacen los periodistas...

11 de enero de 2011

Giros de viento, o bien, ráfagas de pequeños corpúsculos acerados hacia la muerte, desviaron nuestro destino.
Somos, desde hace dos años, extranjeros a todo.
Iremos perdiendo con el paso de los días la calidez de nuestra mirada, aquel calor, ardiente en nuestros ojos, cuando vivíamos en una tierra, cuyos olores en plena primavera, olían, el olor de nuestro cuerpo.
Éramos, antes de la catástrofe, antes del estallido en mil fragmentos, personas normales. Médicos, amantes de la libertad. Escritores, amantes de la libertad.
En fin, en general, éramos sórdidos amantes de la libertad. Señoras y señores, padres e hijos de familia y teníamos un porvenir asegurado.
Un poco de locura, nos decíamos, a nadie le hace mal. Y nos encerrábamos en grandes alcobas solitarias, para decirnos que la locura era contagiosa y nos reíamos y buscábamos el sol, entre las piernas de nuestras mujeres, y éramos felices. Y mientras éramos felices nos dimos cuenta de que buscar el sol, era para encontrarse empecinadamente con la noche.
Amar el sol era también amar la terquedad de su dialéctica. Aparecer y desaparecer. Encuentros luminosos para, después, sumergirse cada vez más profundamente en el vacío de la noche.
Alguna ausencia inesperada, algún cuerpo pudriéndose repentinamente bajo el sol, marcaban el paso de los años.
De decepción en decepción, nos fueron enseñando que nada teníamos. ¿Para qué hablar? entonces nos decían, ¿para qué pedir?
Y nos fueron encerrando en nuestro propio cuerpo, y en nuestro propio cuerpo fueron marcando a fuego sus tablas de la ley y sujetados por la increíble ilusión de no morir, casi nos matan.
Un fuerte y helado silbido nocturno, para siempre. Una incuestionable noche sin fin. Una detención brusca y mortal -insostenible para nuestro cuerpo-, en manos donde habíamos entregado nuestra vida, para no morir.
Ser esclavos, quedaba claro, no era suficiente. Y, entonces, fue el temblor, un temblor cósmico, más allá de nuestra razón, más allá de nuestra locura.
Más allá de todas las palabras pronunciadas y, sin saber qué hacer, temblorosos entre los escombros, nos tocó zarpar.

GRUPO CERO
PSICOANÁLISIS Y POESIA
ESE IMPOSIBLE I

Cuadro: "Destellos del Sol", Olga de Lucía Vicente

No hay comentarios:

Publicar un comentario